Más sobre los pensamientos

Viene de la pág. 31

Tabla de contenidos

(Viene de la página 31)

Pensamientos relacionados con los ataques de pánico (pensamiento, emoción, sentimiento).

Como ya hemos comentado en el libro cuanto más entendamos la naturaleza de los pensamientos y su funcionamiento mejor podremos relacionarnos con ellos. Debemos de entender los ciclos negativos que contribuyen al origen y mantenimiento de un ataque de pánico y que tiene que ver con lo que experimentamos a la hora de sufrir los diferentes componentes de la ansiedad, que son los síntomas físicos, (dificultad para respirar, sudoración, taquicardia…), que provocan pensamientos que evocan la creencia de que vamos a sufrir un ataque cardiaco o a hacer el ridículo, perder el control, dificultad para pensar con claridad y que a su vez provoca conductas que nos hace escapar de la situación o buscar ayuda.

Por ejemplo, se podría decir que una persona que comienza a experimentar una taquicardia empieza a pensar que es porque va a sufrir un ataque de corazón, sentirá temor, por lo que buscará ayuda médica, y mientras, el síntoma inicial, la taquicardia seguirá incrementándose. Por el contrario, si cuando se experimenta taquicardia se piensa que no es dañina y seguimos con las actividades cotidianas, el círculo vicioso se interrumpe, con lo que el síntoma físico acaba por normalizarse y desaparecer. Por eso debemos de entender algunos de los aspectos básicos de la fisiología del miedo. El problema cuando sufrimos un ataque de pánico donde los síntomas que se producen son experimentados en una situación que no es amenazante o solo lo es mínimamente como puede ser una situación de estrés, de agobio, de excitación, los síntomas que experimentamos se interpretan como peligrosos o amenazadores, por lo que es el miedo a los propios síntomas y no a la situación lo que provoca la crisis de pánico que es lo que llamamos tener “miedo al miedo”.

Estos pensamientos ansiosos reproducen sensación de miedo a morir, a perder el control, a volverse loco. También, sensación de estar en peligro de que algo malo va a ocurrir o de que las cosas van a suceder de forma inevitable, o no vamos a poder controlar nuestras reacciones. Entonces debemos conocer que en los trastornos de ansiedad no existe un peligro real, sino una interpretación exagerada o errónea de una situación determinada y del peligro que plantea, por tanto, la respuesta de ansiedad es inapropiada y en vez de protegernos de un peligro real nos impide actuar de un modo eficaz.

La ansiedad es una reacción normal y sana que experimentamos todos en algún momento de nuestra vida y se desencadena en una situación de peligro, preocupación, o de estrés. La ansiedad debería ser provechosa para nosotros, porque nos prepara para responder adecuadamente, estando más atentos, reaccionando con mayor rapidez, y tomando precauciones. El problema surge cuando no podemos controlarla y ésta alcanza niveles extremos de frecuencia, intensidad, duración, como los ataques de pánico o crisis de ansiedad, provocando una serie de comportamientos como son: evitar situaciones temidas, fumar, comer o beber en exceso, intranquilidad, moverse repetitivamente, de un lado a otro sin una finalidad concreta, tartamudear, llorar, quedarse paralizado… todo síntomas de situaciones creadas por la ansiedad y por factores que aumentan el estrés en nuestra vida como cuando estamos sobrecargados por estar sometidos a más exigencias de las que podemos responder: prisas, urgencias de tiempo, responsabilidad excesiva, falta de apoyo o la falta de actividad: jubilación, paro, falta de ejercicio. También puede ser producido por falta de estímulos: realizar trabajos repetitivos, monótonos, ver horas y horas de televisión (que es una fuente de estrés importante en la vida actual), sentimiento de frustración, que experimentamos cuando no podemos realizar lo que queremos o no podemos alcanzar las metas que nos proponemos. Y una baja autoestima (de la cual ya hemos hablado en el libro) que provoca a las personas con este tipo de sentimiento que padezcan más estrés y ansiedad que las que tienen una imagen segura y positiva de sí mismas.

Entonces como ya hemos dicho disponemos de diferentes estrategias para poder combatir el pánico y los pensamientos disfuncionales, recuerda:

Aunque tus sentimientos te asusten no son peligrosos.
Lo que estás experimentando es solo una exageración de tus reacciones corporales normales ante el estrés.

No luches contra tus sentimientos ni intentes alejarlos, cuanto menos te enfrentes a ellos menos intenso serán.

Mejor es aceptar lo que te pasa y no prestarle más atención, eso te ayudará a sentirte mejor.

Gradúa tu nivel de miedo de cero a 10 y mira si sube o baja, verás que en el tiempo de 10 minutos no permanecerá en altos niveles por mucho tiempo.

Tu objetivo es sentirte bien. Una de las formas más efectivas es empezar a comenzar respirando profunda y lentamente al tiempo que vas contando despacio hasta 10. Añadiendo frases tranquilizadoras, “esto se va a pasar, estoy bien, no me va a pasar nada, es solo una reacción natural de mi cuerpo”.

Sé consciente que cuando tú dejas de añadir pensamientos de temor a tu situación, tu miedo comienza a ceder.

Cuando el pánico llega, acéptalo, espera y dale tiempo a que pase sin salir corriendo.

La ansiedad es como una ola, te preparas para recibirla y dejas que se vaya.