Hasta este momento hemos hablado de tres maneras para vencer la ansiedad:
- Relajar
- Aceptar
- Comprender
¿Ahora qué sigue?
Una vez comprendemos lo que nos sucede, es momento de relativizar nuestro propio punto de vista, entendiendo que nuestra manera de pensar y de comprender la realidad -y por lo tanto también de sentir- es completamente subjetiva y, por consiguiente, susceptible a estar equivocada o, al menos, a cometer errores de algún tipo (de apreciación, de valoración, de interpretación, de importancia, etc.).
Puede ser sencillo
Este paso puede ser relativamente sencillo de llevar a cabo si antes hemos sido capaces de detectar y valorar adecuadamente el peligro o amenaza que ha desencadenado nuestra ansiedad, ya que, aunque el peligro fuera “real” (utilizando la clasificación que hicimos en el punto anterior), lo cierto es que prácticamente nunca solemos acertar completamente respecto a su verdadera repercusión.
Recordando el pasado
De hecho, si hacemos el esfuerzo por recordar algunas preocupaciones que hayamos tenido en el pasado, podremos comprobar fácilmente como casi siempre finalmente nuestros temores no llegaron a hacerse realidad. Y si tuvieron lugar, al final no se produjeron tal y como nosotros imaginábamos. Y ni siquiera así, la mayoría de las veces no acarrearon consecuencias tan desastrosas como en un principio imaginábamos…
Actitud para afrontar
Ahora bien, también es importante remarcar en este punto que, lamentablemente, como sabemos, en la vida hay ocasiones en las que finalmente sí que debemos afrontar hechos trágicos, difíciles o traumáticos. Aún en este contexto, la manera en cómo seamos capaces de afrontarlos, la actitud respecto a nuestro “diálogo interno”, es fundamental.
De este modo, si somos capaces de cuestionar nuestros propios pensamientos, nos abrimos a la posibilidad de contemplar las cosas desde una perspectiva diferente, mucho más neutra y, por tanto, sin que nos evoque tanto temor o sufrimiento.